En nuestra alma, hecha a imagen y semejanza de nuestro creador, están todas las respuestas y todas las preguntas, si nos ponemos en contacto con ella logramos saber el camino por donde debemos seguir, porque nuestra alma nos guía gracias a ese conocimiento incluido en ella.

Pero todas esas respuestas están ahí de forma estática por lo que necesitamos de alguna forma activar ese conocimiento, y ahí entra en juego nuestro espÍritu (parte activa, chispa o soplo de vida que hace que el cuerpo se mueva); es por medio de nuestro espíritu que activamos ese conocimiento y hacemos que llegue a nuestra consciencia para despertarla.

La naturaleza tiene el poder de impactar en nuestro espíritu, Dios la creó para que aprovechemos de sus beneficios. Nuestro cuerpo reacciona de forma más tranquila en presencia de ella. Por eso, hay personas que afirman que el té y las hierbas nos regresan al origen, dan bienestar, calma y energía positiva.

En cada respiro soltamos, nos liberamos y sanamos. La respiración refleja nuestra relación con el mundo, favorece el equilibrio de nuestro cuerpo, da calma y claridad a nuestra mente y nos permite estar conectados con esa parte de nosotros más elevada y universal. A este tipo de respiración lo llamamos “respiración consciente”.

Y es a través de las diversas pausas que decidimos tomar en nuestro día a día, las que nos facilitan realizar y aprovechar estas respiraciones.

Para nosotros es la pausa que nuestro ser necesita, para reconectarnos con nosotros mismos y disfrutar del momento PRESENTE. Un momento en donde podamos respirar conscientemente, descansar, mirar hacia dentro y preguntarnos por el estado de nuestras emociones, de nuestro cuerpo; así como tomar consciencia de los pensamientos que dejamos fluir, dado que influyen en nuestras acciones, nuestras relaciones con los demás y en la percepción que tenemos de "nuestra" realidad.